Tras varios estudios que indicaban que el cerebro se beneficiaba de la religiosidad, un estudio de la Universidad de Duke viene a contradecirlos o cuando menos matizarlos. Sus resultados muestran que la religión y la espiritualidad no siempre permiten reducir los niveles de estrés y ansiedad, sino que pueden generarlos. El estudio midió los efectos a largo plazo de la espiritualidad y las prácticas religiosas, y las conclusiones las relacionan con la atrofia del hipocampo. El estudio apunta a la complejidad y diversidad de causas del estrés.
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