Jaleado el facherío en su odio eterno a Garzón desde medios afines a la derecha, como El Mundo –que mantiene activa una montería pertinaz a ver si logra abatir al citado juez, quien por cierto fue su icono en el camino de Aznar a La Moncloa-, el Tribunal Supremo persiste en una especie de exquisita equidistancia, que provocaría el sarcasmo o la chirigota, si no fuera porque el asunto es demasiado grave como para tomárselo a broma.
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