Hay en España un lugar común, una frase que desde hace años se pronuncia en toda clase de encuentros sociales: "vale, algunos van a la cárcel, pero nadie devuelve el dinero que ha robado". Y acto seguido otro añade que los delincuentes terminan con un gran patrimonio, que disfrutarán hasta el final de sus días. Por eso resulta cuanto menos sorprendente el escaso eco que, en medio del fragor del consenso general contra la corrupción, consiguen determinadas noticias. Nos referiremos a dos casos concretos y vigentes.
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