Durante la revolución industrial, las empresas trataron de maximizar la producción de sus fábricas para tenerlas en funcionamiento tantas horas como les fuera posible, y por lo general la jornada de trabajo era de “sol a sol”. Los salarios también eran extremadamente bajos, por lo que los trabajadores a menudo necesitaban trabajar estas largas jornadas sólo para sobrevivir, incluyendo demasiado a menudo el envío de sus hijos a trabajar en las fábricas, en lugar de estar educándose en la escuela.
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