Érase una vez unos pescadores que no tenían donde pescar porque, durante décadas, habían expoliado las aguas más próximas hasta despoblarlas. Las empresas pesqueras, empujadas por el hambre insaciable del libre mercado, decidieron faenar en aguas hostiles, en la frontera de un país sin gobierno ni esperanza. Penetraron en el corazón de las tinieblas con la maximización de beneficios por bandera y la bendición de la Unión Europea.
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