Hemos nacido en este puto país, pero preferiríamos ser esquimales o maoríes, con todo nuestro respeto hacia esos pueblos milenarios, de costumbres nómadas y sin problemas de identidad. Odiamos tanto a España porque aún resuelve sus conflictos a garrotazos. España es una lata, un tostón inaguantable, una telenovela infinita y tediosa, que no dejará de avergonzarnos hasta que el toro de Osborne sea sustituido por una sueca en bikini, adentrándose en el mar con el gracioso movimiento de sus nalgas. Hasta entonces, seremos el culo del mundo.
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