¿Qué hacer cuando el comportamiento o los dictámenes de la mayoría que gobierna son manifiestamente injustos? “¿Debe rendir el ciudadano su conciencia, siquiera un momento, o en el grado más mínimo, al legislador?” ¿No se impone en tales casos, con toda la evidencia del sentido común, la idea de que “debiéramos ser hombres primero y súbditos después”? La diferencia entre las leyes dictadas por la naturaleza y las dictadas por los hombres es que a éstas, cuando son injustas, debemos responder negándonos a obedecerlas.
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