Desde el día en que mi hermana y yo volvimos a casa, mi madre intentó escondernos. La gente, que nos apreciaba, también nos decía: “Venid a mi casa, por si acaso”. Pero no nos escondimos y un día, cuando estábamos cenando, oímos llegar un camión. Era de la guardia de asalto, rodearon la casa y entraron como voladores. Nos cogieron a mi hermana y a mí, y uno dijo: “Pero si son dos niñas”. Ellos eran de 30 o 40 años, y nosotras no llegábamos a 20.
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