En ocasiones, todo lo que rodea a este mundillo que son los videojuegos provoca náuseas. Así de simple. Bastan sólo dos elementos para demostrar esta afirmación: un juego en el que se muestre algo más de carne de lo normal y un marisabidillo que quiera llamar la atención. En este caso, la hechicera de Dragon's Crown y el torpe ingenio de Jason Scheirer.
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