Pizarro está acostumbrado a que en las empresas privadas se produzcan dos constantes: que se dan órdenes (desde los órganos ejecutivos) y que las órdenes se cumplen. Creía que eso mismo iba a ocurrir en la estructura del PP y, para su sorpresa, descubrió que no. Al parecer, la principal cara económica del Partido Popular hizo, en ámbitos privados, este comentario sobre el funcionamiento “gerencial” del PP: “Aquí, ni se dan órdenes, ni las órdenes se obedecen”. Un diagnóstico demoledor.
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