Solo poseo un único talento que me ha permitido llegar donde estoy (sea donde sea): haber nacido en 1985. O, lo que es lo mismo, ser lo suficientemente viejo como para que las chorradas que pensaba sobre la mujer, la homosexualidad, la pena de muerte o la pobreza a los 16 años hayan desaparecido para siempre de la red. Si hubiese existido Twitter cuando era adolescente, ahora no podría trabajar en ningún lugar. Mi nombre estaría vinculado por siempre a esa sarta de estupideces que la experiencia y el tiempo me han hecho replantearme. Mi gran v
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