Dos amigos soñaron una vez con ser ricos. Decidieron buscar fortuna en la lotería. Eligieron al azar seis números en una columna y tacharon otros tantos en otra. Le dieron a un conocido los tres euros que costaba sellar la esperanza. Una vez sellado, le confió el resguardo a uno de ellos. Les tocaron más de diez millones de euros. ¿Ya podían dar rienda a sus opulentas fantasías? Uno sí, el otro no. Porque el que custodió el resguardo se quedó con él y se negó a compartir el premio. Es fácil imaginarse lo que vino después.
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