No hay argumento decente ni racional que soporte que la utilización con fines lúdicos de animales libres para ser humillados deba ser ni legalizada ni elevada al grado de Bien de Interés Cultural. Se trata de un acto bárbaro y cruel donde se castiga hasta la muerte a unos seres vivos, donde se les priva de su derecho a la libertad y se les condena a un final inimaginable de terror físico y psicológico.
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