En el número 35 de la calle Piedrabola, en la remota ciudad de Piedradura, vivió el primer sinvergüenza de la historia. El personaje más vago, maleducado, sabihondo y protestón que un niño pudiera conocer se colaba cada mediodía en nuestras casas para ejercer sobre las almas cándidas la peor de las influencias. Él era Pedro Picapiedra. Pero no le juzguen. Era un hombre prehistórico, y en el Paleolítico escaquearse de sus obligaciones, fingir saberlo todo cuando se es un auténtico cazurro, llamar a tu mejor amigo «enano», coserlo a collejas o
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