La cultura de una familia se traduce en su mascota. Moro, el labrador que vive con nosotros hace casi once años, lo sabe: cuando paseamos, doblamos hacia la derecha al salir de casa, porque hacia la izquierda, a una cuadra, cura Susana, su veterinaria. Si Moro camina hacia la izquierda entonces empuja hasta la puerta del consultorio y allí se petrifica, como una estatua, demandando atención. Es el lugar de la ciudad en el que más ladra, celoso, y tiene en el quirófano una sala de espera
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