Nabila se queda con la imagen de su hijo muerto, que se niega a desaparecer. “Nunca olvidaré esta escena… Veo constantemente al perro desgarrándolo a él y a su mano, y la sangre que brota de su mano… Siempre está ante mis ojos, no me abandona ni un momento. No pudimos salvarlo, ni de ellos ni del perro”.
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