Desde que asistió al funeral de su dueña, Tommy, un pastor alemán de 12 años, acude al templo de una pequeña localidad meridional italiana cada vez que escucha las campanas o ve llegar el coche fúnebre. El perro pasa todos los días por la plaza central del pequeño pueblo, en donde se reúnen los ancianos, a la iglesia y se instala al lado del altar, con autorización del párroco. Tommy era un perro vagabundo que la dueña adoptó; ahora que quedó solo, todo el pueblo lo protege, lo alimenta y acaricia como emblema de fidelidad.
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