Hasta no hace mucho, los sermones, las oraciones, las canciones se hacían con ánimo de hacer llegar la palabras de Dios a los creyentes y convertir (o intentarlo) a los no creyentes, con lo que no era extraño que unos predicadores utilizaran sermones creados por otros, al fin y al cabo la piadosa intención, supuestamente alejada del lucro, era la misma. Pero eso se acabó: ahora los predicadores o sus descendientes empiezan a reclamar la autoría de las oraciones, con tal de que nadie más las utilice si no paga los correspondientes royalties.
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