"Durante años, los restaurantes se rentabilizaban de explotar a los trabajadores y eso no puede ser". Lo cree, lo ha visto y le importa poco que sus declaraciones escuezan. "Luego decimos que no hay gente para trabajar en restaurantes; es normal que no la haya. Si no ofrezco unas condiciones buenas, no puedo pretender que nadie quiera estar conmigo". En los 30 años que lleva en Casa Solla, no se ha ido ningún trabajador a otro comedor de la competencia: "Es que al final, estás dignificando la profesión".
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