Es una realidad que los cinéfilos hemos asumido como inevitable: para ver cine en pantalla pequeña, uno tiene más posibilidades de elección que para verlo en pantalla grande. Si la idea es gozar de un filme en la intimidad del salón, basta con acercarse al videoclub más próximo (o al servicio de streaming preferido) y escoger la película que más rabia nos dé. Pero, si se quiere ir a una sala y disfrutar del gran formato con palomitas y refresco, hay que resignarse a las ofertas de la cartelera.
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