Con el arcabuz en ristre, decenas de balas en el zurrón y la sangre del enemigo sobre sus camisas. Así combatieron los soldados hispanos que, en 1.525 y en las afueras de la ciudad de Pavía, se enfrentaron a la que, por entonces, era la mejor caballería de Europa: la francesa. Aquella jornada, los territorios italianos fueron testigos no sólo de una victoria aplastante del ejército imperial de Carlos I, sino de un cambio de mentalidad, pues se constituyeron las bases de los que, en un futuro, serían los temibles tercios españoles.
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