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Un patoso robo de droga en el puerto de Barcelona fue el principio del fin de la gran mafia policial

A las cuatro de la madrugada, al ver que no disponen de herramientas, el Bolo recibe las órdenes de cerrar la puerta hasta que sus compinches lleguen con cuchillos para reventar las cajas. "No se puede cerrar del todo". Diez minutos después responde otra llamada de otro desconocido: "Escucha, tráete refuerzos. Porque hay mucha faena". Y el Bolo contesta: "Venga, vale, calla".

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