Hay una clase de enemigos contumaces, profesionales, que terminan saliéndole a cualquiera que aparezca en público con su rostro o su firma. Internet, sobre todo, con la facilidad que ofrece para el escupitajo de bilis, el insulto y la calumnia desde la impunidad del anonimato, es territorio favorable a esa clase de gente, que despliega allí un esfuerzo y constancia admirables.
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