Los pioneros de la programación que en los ochenta se empaparon del libro que intentó leerse mi padre y crearon juegos caseros con Sinclair BASIC fueron héroes poco reconocidos y poco valorados. A parte de dar rienda suelta a su creatividad, algunos compraban revistas como la Microhobby que contenían páginas y páginas de códigos ininteligibles y los copiaban a mano para construir juegos, un poco en plan monasterio medieval.
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