La antigua leyenda griega cuenta que en el año 720 a.C., un atleta olímpico llamado Orsippus de Megara estaba compitiendo en la carrera de 185 metros cuando se le cayó el taparrabos. En vez de detenerse para tapar sus partes, Orsippus siguió corriendo y ganó la carrera. (...) Sin embargo, para el momento en que los Juegos Olímpicos revivieron en 1896, las costumbres culturales habían cambiado desde hacía mucho tiempo. Los organizadores ni siquiera consideraron traer de vuelta la tradición griega de la competencia desnuda.
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