“Yo pensaba que eso de ‘no compartir’ iba a ser antes de que pasara a ser un miembro de nuestra familia, por cuestiones de privacidad, pero no; cuando pregunté, me confirmaron que después de recoger a nuestro hijo, no se nos permite hablar de él ni compartir imágenes, fotografías, vídeos… Durante un año. No nos lo creíamos”, dice Nikki, a pesar de ser consciente de que el proceso de adopción en Tailandia no se finaliza hasta un año después. “El bebé iba a vivir durante un año en nuestra casa, casi escondido, sin ser nuestro hijo”.
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