Compran el periódico, bajan a desayunar y se sientan en los veladores del bar. Tras unos besos el camarero les grita que "pagaran ya, que se fueran y dejaran de dar ese espectáculo pornográfico". Acto seguido manifiesta "que en su bar no tiene porque aguantar a maricones", y tan pancho. Antes de venir la Policía, y visto que no da hoja de reclamación, decide el camarero reclamar a su medida, con la compañía de su esposa ahora, armados con un palo de hierro, y a correr que les matan. Como en la piscina de La Elipa (
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