Awa Gras, de Guinea-Bissau, conoce de primera mano los peores efectos de la malaria. De los ocho retoños que alumbró sólo viven cuatro, porque a los otros los mató la enfermedad. Apripey Anyongubire, de una aldea de Ghana, también ha visto fallecer a dos de sus pequeños y Marie Fornah, de Sierra Leona, a uno. La cuenta sigue. Cada 30 segundos, una madre experimenta el dolor que supone perder a un hijo por culpa del parásito responsable de la malaria, el 'Plasmodium'.
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