Ratones y ratas poseen un miedo innato a los gatos. Este pánico visceral se extiende a los roedores que nunca han visto un felino. Basta con percibir el olor de su orina para que estos pequeños mamíferos huyan despavoridos, aunque nunca hayan tenido un encontronazo desagradable con su depredador. Pero ese miedo cerval puede anularlo un organismo unicelular, «Toxoplasma gondii». ¿Podrá aplicarse también en humanos?
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