Todo el mundo debería dormir alguna vez en la calle. La acera tatuando la intemperie en tu espalda, el ruido de los otros invadiéndolo todo. La noche en movimiento, y tú ahí quieta, molesta, un estorbo al relato, un bulto incómodo. En la calle, sin más cosas que las que puedas llevar encima. Y las cosas son más que cosas, las cosas son recuerdos, identidad, humanidad y refugio.
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