Hace tiempo descubrimos que no bostezábamos, necesariamente, para oxigenarnos; resulta que el bostezo es uno de los pocos rasgos atrabiliarios heredado de especies antecesoras nuestras, como los chimpancés. El bostezo no sirve para nada –no entra más oxígeno, como creen a menudo las personas, desperezándose y bostezando–. Cuesta creerlo, pero es así. Ahora bien, si yo les digo que el cerebro tampoco sirve para nada o, más bien, que a estas alturas todavía no sabemos para qué sirve, seguro que no me creen.
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