La guerra de la montaña de 1984 fue una gran lección. Lo más importante que se aprendió es que Israel no se parece al antiguo colonialismo, pues no está dispuesta a proteger a nadie. Cuando juega con las luchas sectarias fuera de sus fronteras sólo busca mantener su seguridad y la supremacía militar, nada más. Por eso, las declaraciones de un supuesto portavoz del ESL en la TV israelí, expresando la “enorme felicidad en los corazones de los revolucionarios sirios” tras el bombardeo israelí de Damasco resultan agrias, nauseabundas y dudosas.
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