Palermo representa el maravilloso caos del fútbol sudamericano, el desmadre y la locura: erró tres penales en un solo partido, hizo un gol de cabeza desde mitad de cancha, lloró, se tiñó el pelo de amarillo, se peló, se tatuó, se quebró la tibia y el peroné festejando, hizo su gol número cien lesionado, alcanzó el récord de mayor goleador argentino de todos los tiempos, luchó, perdió, hizo el ridículo, y hace pocos meses fue el artífice de que Argentina no quedara eliminada de Sudáfrica.
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