"Jubera tío, necesito que me eches un cable con unos carteles… ¿qué dices?" Recuerdo que esa fue la frase exacta que –con un tono que se debatía entre lo dubitativo y esperanzador– empleó mi colega Pedro para liarme todas las noches de la semana pasada. "Claro, no te preocupes, eso está hecho". Y podría haber seguido con un montón de aserciones sinónimas, que no escucharon a un inconsciente que decía: “No has pegado un cartel en tu puta vida, chaval".
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