En realidad, el decreto en cuestión no dice prácticamente nada. Porque más allá de de decir que lleva arroz, ingredientes de calidad y que, si se puede, lo suyo es comerla directamente todo el mundo de la propia paella y con cuchara de madera, el documento oficial en cuestión no se moja. Ni siquiera concreta el recipiente a usar -y que da nombre al plato- con lo que, si nos ponemos tontos, una paella hecha en una sartén o en una cazuela de barro podría acogerse al concepto descrito como bien de interés cultural.
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