Diez meses después de haber encargado un niño a una empresa especializada en gestación subrogada, una pareja de Soria celebra que la criatura, a la que llaman Jonás, ya haya aprendido a decir su primera palabra en castellano: «propietario». El bebé, gestado en el vientre «de una ucraniana, creo», en palabras de su comprador, ha resultado ser «una inversión cojonuda, al menos teniendo en cuenta el rendimiento emocional. Nueve sobre diez, y no le pongo la máxima nota porque tiene algunos defectillos menores».
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