Parapetados tras una bata blanca y un fonendoscopio, se enfrentan cada día a la enfermedad. Están acostumbrados al olor a hospital, a las retahílas de fármacos, a los largos tratamientos, a ver llegar la muerte... Sin embargo, según aseguran, para un médico nada de esto es suficiente cuando la vida da un vuelco y decide convertirle en paciente.
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