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Oye, preciosa

Juraría que ese tipo estaba sentado delante de mí en el vagón del metro. Juraría que es el mismo que no paraba de mirarme, que me hacía sentir incómoda. Pero por qué sigue ahí y no se mueve. Por qué se ha puesto a caminar cuando he pasado por su lado. Y ahora me chilla algo. Mejor me quito un auricular. “¿Oye, no te vas a parar, rubia? Vamos, que no te voy a hacer nada”. Me siento demasiado cansada como para caminar ágil. Respira y cálmate, desaparecerá en nada. Pero no está desapareciendo...

| etiquetas: acoso callejero , literatura , miedo

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