Diez años después de los atentados de Al Qaeda en Nueva York y Washington, entre 40.000 y 65.000 personas reciben algún tipo de tratamiento para paliar las graves secuelas –asma, rinitis, gastritis y hasta cáncer– que les ha dejado el polvo tóxico que inhalaron trabajando en la limpieza y la reconstrucción de la Zona Cero.
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