A cuántos no nos pasó alguna vez que tuvimos reparar algún jarrón que le rompimos a nuestra madre y rápido, o que usamos -con pobre habilidad- alguno de estos pegamentos instantáneos y acabamos con los dedos adheridos, pero uno igual se sentía importante al ser lo suficientemente grande como para dejar atrás la “cola fría” y poder al fin pegar de verdad con “la gotita”.
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