Que los trabajadores acepten en referéndum que se recorte casi un 20 % el coste de su trabajo a cambio de que la multinacional PSA no cierre la planta es un hecho terrible. Y si se recuerda que algo parecido pasó hace poco en la Citroën de Vigo y antes en la Fasa-Renault de Valladolid y Palencia y en la Seat de Martorell es para echarse a temblar. Porque sugiere que todo el sector del automóvil, la joya de la corona de nuestra industria, tiene el futuro dramáticamente comprometido.
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