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Un okupa en el camposanto

La otra norma era no dormir en albergues. Así que durmió muchas noches al raso, en iglesias y donde le coincidió hacerlo. Su última parada, el cementerio de Portela en Fisterra. «Tiene algunas deficiencias en la construcción, entra agua entre las juntas de los bloques de piedra», apunta. Un problema sin duda incómodo para los vivos, pero algo menos para los clientes finales de la edificación. Allí, cuenta, se está bien. No le preocupan el frío ni la lluvia. Para su higiene y para beber tiene una fuente unos metros más arriba y la comida...

| etiquetas: cambio de vida , vivienda en cementerio , viaje sin dinero

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