Barbara Campbell caminaba por una estación de metro de Nueva York en hora punta cuando su mundo se oscureció abruptamente. Durante 4 años, Campbell había estado utilizando un implante de alta tecnología en su ojo izquierdo que le proporcionaba una especie de visión biónica rudimentaria, compensando parcialmente la enfermedad genética que la había dejado completamente ciega a los 30 años. "Recuerdo exactamente dónde estaba: Estaba cambiando del tren 6 al F. Estaba a punto de bajar las escaleras y, de repente, oí un pequeño 'bip, bip, bip'".
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