No, lo que tenía en mente el intrépido donostiarra Agustín Antolínez Barcaiztegui era, ni más ni menos, que un “sistema de ojo electrónico para visión de ciegos”, tal y como aparece en el título de la patente. Me esperaba cualquier cosa antes de abrir el documento con la descripción del aparato, pero he quedado sorprendido ante lo curioso de la propuesta que, salvando la gran distancia de tiempo que nos separa, guarda un lejano parecido con algunas propuestas posteriores de “retina electrónica”.
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