En 1899, mucho antes de que el mundo le conociera como uno de los líderes más destacados del siglo XX, como el enérgico primer ministro que condujo los destinos de Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial, un joven Winston Churchill protagonizó una de las aventuras más memorables de la Guerra de los Bóers: la épica huida de un campo de prisioneros en Pretoria, a lo largo de 500 kilómetros y durante varios días, sin apenas alimentarse.
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