El rey de los caníbales estaba muy contento con la visita negociadora del español, al que consideraba un suculento bocado procedente de exóticas latitudes. Ocurría que tras varios meses de acoso y hostigamiento le venía a visitar para hacer las paces. Los combates en la selva profunda eran de una violencia inusual y las flechas con curaré hacían estragos. Eso, si no caía vivo en manos de los airados autóctonos. Si eso ocurría, el estofado a la peninsular, era el plato estrella del día.
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