Miembros, miembras, negros por hombres de color, oh, my God por Oh, my Gosh. La obsesión por dulcificar las palabras para así mostrar mayor respeto o exhibir un pensamiento más puro es el pan de cada día. Sin embargo, este ejercicio es un tanto estéril porque se basa en una mentira comúnmente creída: que las palabras modelan nuestra mente.
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