La cúpula barroca de la Catedral de Valencia ha ocultado durante más de tres siglos los valiosos frescos renacentistas de los maestros italianos Paolo de San Leocadio y Francesco Pagano, pintados por encargo del Papa Alejandro VI. Los frescos sufrían los desperfectos propios de la humedad y el paso del tiempo, pero también otros de naturaleza humana: sobre el ala de uno de los ángeles renacentistas que presiden el altar mayor emergía la silueta de unos órganos sexuales masculinos.
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