El futuro era esto, los universos de ficción nos vendieron que, bien entrados los dos miles, nuestras vidas estarían repletas de coches voladores, moda fabricada en papel de plata, aeropatines de Mattel con los que hacer piruetas, orgasmatrones, jet packs, cenas copiosas condensadas en pastillas, tres conchas en cada váter, una genética maleable a voluntad, resorts en diferentes planetas como alternativa a Marina d’Or para sufrir las vacaciones, órganos biónicos, chachas robóticas y gobiernos totalitarios.
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