La empleada, de 61 años, trabaja como vendedora el fabricante de cosméticos Kanebo, en la ciudad de Oita. Al no cumplir los objetivos de ventas asignados, sus jefes la forzaron a llevar unas enormes orejas de conejo, tomaron fotos de la humillación y las utilizaron en un PowerPoint en los programas de formación de la compañía.
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